La tartamudez
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La tartamudez es la disfluencia más habitual; un trastorno del habla que consiste en una alteración del ritmo y la fluidez verbal, que se caracteriza por repeticiones indeseadas de sílabas, palabras o frases, acompañadas de interrupciones espasmódicas de la conversación, que producen angustia y son difíciles de controlar.
El origen de la tartamudez está en la falta de coordinación de los movimientos periféricos del habla, pero no se conoce su causa. Esta afección, al igual que el resto de las alteraciones del habla, tiene una mayor incidencia en los varones (cuatro veces más que en las mujeres), y se manifiesta normalmente entre los tres y los seis años. Cuando se inicia en la edad adulta suele estar relacionada con un acontecimiento traumático o una lesión en el sistema nervioso.
Los especialistas consideran que la tartamudez se debe a un conjunto de causas que interactúan entre ellas como factores genéticos, orgánicos, psicógenos, la zurdera corregida, trastornos emocionales...
Disfluencia normal
Es la que se produce cuando el niño está aprendiendo a hablar. En esta etapa es habitual que repitan sonidos, sílabas y palabras, especialmente en el inicio de las oraciones. El niño tiene muchas ganas de comunicarse, pero su pensamiento es mayor que su fluidez verbal y cuando no recuerdan el nombre de un objeto, por ejemplo, pueden repetir sílabas o una palabra hasta que consiguen encontrar el término adecuado (“Qui-qui-qui-quiero el coche”).
La disfluencia normal es más frecuente cuando el niño está emocionalmente alterado (muy contento o enfadado), cuando está cansado, o si le presionan para que hable. También puede desaparecer y reaparecer semanas o meses después. En el caso de disfluencia normal, además, los niños no suelen reparar en sus errores, o no les dan importancia, por lo que no se sienten frustrados ni avergonzados.
Tartamudez leve y grave
A diferencia de la disfluencia normal, que aparece y desaparece, la tartamudez leve sigue un patrón más regular. Puede que solo se presente en determinadas situaciones, pero probablemente se repetirá siempre que surjan esas mismas situaciones, y el niño suele avergonzarse y sentirse frustrado cuando le ocurre.
En los casos de tartamudez grave la disfluencia del lenguaje se produce muy a menudo, y el niño se muestra tenso y, en ocasiones, evita hablar por miedo al ridículo. Es más frecuente entre los niños mayores, pero puede aparecer en cualquier momento entre los dos y los siete años, tras un periodo de tartamudez leve, o de repente, sin que existan antecedentes.
Tipos de tartamudez y síntomas
La tartamudez puede ser clónica, tónica, o mixta. La tartamudez clónica, que es la más conocida (se ha utilizado mucho para conseguir efectos cómicos en el cine o en el teatro), consiste en la repetición involuntaria de sílabas o palabras. En la tartamudez tónica se producen espasmos que detienen o interrumpen la conversación, y puede deberse a una inmovilidad muscular fonatoria que bloquea totalmente la emisión de sonidos, por lo que frecuentemente se asocia con movimientos de cabeza, pies o manos del afectado. La tartamudez mixta es la más frecuente y combina los síntomas de ambas.
Los signos que pueden alertar a los padres de la existencia de un problema de tartamudez que debe valorar un especialista son:
- El niño repite sonidos, palabras o frases después de cumplir los cuatro años.
- Gesticula mucho al hablar (parpadeo, muecas).
- Sacude la cabeza cuando habla.
- Siente vergüenza al hablar e, incluso, intenta evitarlo.
- Le cuesta comunicarse y se siente frustrado por ello.
Tratamiento de la tartamudez
La tartamudez es un trastorno del habla muy relacionado con el entorno de la persona afectada. De momento no existe ningún tratamiento capaz de eliminar el problema, y la terapia debe ir orientada a mejorar la calidad de vida del paciente. Aunque es importante recordar que detectarlo a tiempo ayuda mucho a corregir el problema.
Respecto a los padres o maestros, es conveniente remodelar el ambiente en el que se desenvuelve el niño para disminuir los episodios de tartamudez en la medida de lo posible, y que el menor se sienta relajado y cómodo para expresarse, sin miedo a hacer el ridículo o ser evaluado y criticado.
No conviene corregirle si se traba, ni meterle prisa, hay que dejarle hablar con tranquilidad, y centrándose en el contenido de lo que dice y no en la forma en la que lo dice.